Nacemos identificados por un número, que se antepone a nuestro nombre, ni siquiera lo iguala, es nuestro código de barra personal e intransferible, eso lo sabemos al crecer ya que antes no manejamos mucho esa información, lo que si nos vamos dando cuenta es que la vida de algún modo consta de dígitos con lo que lidiaremos constantemente.
Se les atribuyen a los números valores tanto negativos como positivos, se estigmatizan bastante y se les da un significado que generación tras generación serán reconocidos por esos atributos que se les han inculcado, en los casos de diabólicos bien calza el 666, el 13 o una reiteración del mismo numero que se aparece repentinamente en las vidas de ciertas personas, transformado ese numero en una tendencia y coincidencia sorprendente (véase el filme Número 23).
Si no le diéramos un atributo a los números quizás no tendrían el mismo peso, durante la historia del mundo se les ha dado un valor y orden a las cosas, nose si han fijado que la mayoría de los elementos se suelen embalar de 3 o 6 (vasos, cubiertos, incluso la gente suele comprar comedores para 6 personas), quizás no diga nada pero es algo que se ha mantenido durante el tiempo.
Caer en la obsesión numérica puede llevar a cierta locura patológica en busca de una verdad que no siempre podemos develar, solo sabemos que ese número produce cosas, sean buenas o malas, es posible experimentar ciertas tendencias en relación a ello, pero finalmente será uno quien deba dilucidar el misterio que uno mismo de algún modo le ha impuesto.